Geopolítica Simplificada

75. Duelo de Titanes (publicado en Octubre 2025)

Antecedentes:

Trump y Xi se reunirán mañana por primera vez en persona desde el inicio de la guerra comercial. Del resultado de esta negociación dependerá, en gran medida, el rumbo de la economía global. Aunque Trump es impredecible y Xi, indescifrable, es posible anticipar gran parte del desenlace observando los intereses y capacidades de cada potencia.

Trump llega a la mesa con un promedio de tarifas del 30% ya impuestas sobre productos chinos y con la prohibición a China de adquirir chips de última generación de NVIDIA para desarrollar Inteligencia Artificial. A su vez China dejó de comprar soja estadounidense para debilitar el apoyo político de Trump en los estados republicanos, y lo más importante, restringió la exportación de minerales raros al resto del mundo, especialmente a Estados Unidos. China posee el 50% de las reservas globales de estos minerales y controla el 90% de su procesamiento. Son esenciales para productos tecnológicos de alta complejidad: desde imanes industriales y baterías, hasta componentes críticos de aviones de combate estadounidenses como el F-35. Los minerales raros se han convertido en un auténtico “chokepoint” —un cuello de botella— mediante el cual China puede ejercer un control estratégico sobre las cadenas de producción globales.

Mitos Comunes:

  • China dicta los términos de la negociación por los minerales raros.
    Aunque muchos analistas hoy le atribuyen a Xi una posición de ventaja por su control sobre los minerales raros, el líder chino sabe que ese poder tiene fecha de vencimiento. Entre tres y cinco años, Estados Unidos y Europa podrían desarrollar sus propias cadenas de extracción y procesamiento. En los años 90, el principal productor y exportador mundial de estos minerales era Estados Unidos, especialmente en California. Sin embargo, la industria era altamente contaminante, y los norteamericanos no tuvieron reparos en trasladarla, como tantas otras, a China. Esta vez, no repetirán el mismo error.
  • La guerra comercial y militar es inevitable. Si bien la rivalidad es innegable, no necesariamente debe desembocar en una guerra. China busca que su influencia política y militar refleje su poder económico; Estados Unidos, en cambio, pretende conservar el orden actual, donde continúa siendo el líder y logra contener a China. Las tensiones seguirán aumentando, pero también lo harán los esfuerzos diplomáticos, a medida que ambas potencias intenten ajustar sus ambiciones a los nuevos límites de esta competencia.

Mis Predicciones:

  • Las prohibiciones a la exportación de chips y minerales raros se levantarán. En el corto plazo, dejar al adversario sin un insumo estratégico otorga una ventaja significativa. En toda guerra —militar o económica— el control de la logística y los recursos es tan importante como la capacidad de combate. Sin embargo, en el largo plazo, si la confrontación no escala a un conflicto militar, estas restricciones solo incentivan a la otra potencia a movilizar su creatividad, energía y recursos en un proyecto nacional para desarrollar esta capacidad o conseguir este insumo. Estados Unidos no quiere que China desarrolle su propio “NVIDIA”, y China no quiere que Estados Unidos se convierta en un proveedor mundial de minerales raros. Ambos terminarán flexibilizando sus medidas para mantener la ventaja estratégica sin crear incentivos para que la otra parte desarrolle una industria competitiva.
  • Xi y Trump alcanzarán un acuerdo limitado, mientras las tensiones y negociaciones continuarán durante años. Una guerra comercial abierta —con escaladas arancelarias y prohibiciones totales de exportación— provocaría una recesión global y posiblemente una crisis financiera. Los mercados reaccionarían con temor a que China venda parte de su tenencia de bonos del Tesoro estadounidense, o que Washington imponga sanciones a exportaciones chinas hacia terceros países. Ambos líderes perderían apoyo interno y control político. Tanto Trump como Xi saben que el desacoplamiento económico debe continuar, pero será un proceso gradual que tomará años o incluso décadas. Lo que los une no es la simpatía, sino la necesidad.
  • Será una guerra más “fría” que “caliente”. Como ocurrió entre la Unión Soviética y Estados Unidos, los costos de un enfrentamiento armado global serían catastróficos para ambas potencias. En cambio, continuarán compitiendo dentro de un marco de guerra fría moderna: mediante conflictos localizados, apoyo indirecto a actores rivales, campañas de influencia y maniobras para fracturar las políticas internas del adversario. La competencia seguirá siendo intensa, pero el enfrentamiento directo seguirá siendo el límite que ninguno querrá cruzar.

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