Antecedentes:
Actualmente, la población musulmana en Europa Occidental oscila entre el 4 % y el 9 % de la población total, según el país. Francia ronda el 9 %, Alemania el 6,5 %, Reino Unido el 6,7 %, mientras que Países Bajos y Bélgica se ubican entre el 5 y el 8 %. En España e Italia, la proporción es de alrededor del 4 %. La mayoría vive en grandes ciudades como París, Marsella, Berlín, Londres, Bruselas, y más de la mitad ya nació en territorio europeo. En paralelo, la Unión Europea ha tomado medidas para contener la inmigración irregular, sobre todo proveniente de países árabes y africanos. En 2024 se registró una caída del 38 % en llegadas, atribuida a la cooperación con Estados del norte de África.
La falta de políticas activas de asimilación a nivel nacional profundizó la distancia entre estas comunidades y el resto de la sociedad. Hasta hace unos años, la población musulmana estaba concentrada en barrios periféricos, con escaso peso político nacional. Esto empezó a cambiar con la irrupción de movimientos progresistas y la acción de gobiernos de centroizquierda, que facilitaron su organización política. El conflicto entre Israel y los palestinos aceleró estas alianzas, dándoles mayor visibilidad en la agenda europea. Al mismo tiempo, los partidos de derecha encontraron en la inmigración y en el islam su principal bandera electoral. La narrativa de “recuperar la identidad nacional” se ha convertido en un eje central, presentando al islam como incompatible con la cultura local y con los valores de la democracia liberal: tolerancia, representación de minorías y diversidad.
Mitos Comunes:
- Europa será mayoritariamente musulmana en pocas décadas. Aunque las comunidades musulmanas tienen tasas de fertilidad más altas que el promedio europeo —unos 2,5 hijos por mujer frente a 1,7 en la población general—, las proyecciones no muestran un reemplazo demográfico. Con el tiempo, todas las comunidades tienden a converger hacia las tasas de fertilidad del país local.
- Todos los musulmanes son islamistas radicales. La gran mayoría de la población musulmana en Europa lleva vidas seculares y participa plenamente en la política y la economía local. Sin embargo, estas comunidades buscan mayor representación política para proteger su cultura y sus prácticas religiosas, lo que genera tensiones con quienes ven esto como una amenaza para la cultura local.
Mis Predicciones:
- La política europea se polarizará aún más. Los partidos de derecha usarán el islam y la inmigración ilegal como bandera para defender la identidad nacional, mientras que la izquierda buscará integrar a estas comunidades como base electoral. El islam dejará de ser solo un tema social y pasará a ser un eje central de la política nacional y de la geopolítica europea.
- Europa endurecerá su política migratoria y las derechas se fortalecerán. La presión demográfica desde África subsahariana seguirá creciendo: millones buscarán llegar a Europa escapando de la guerra y la pobreza. Esto dará más poder político a las derechas, que impulsarán políticas cada vez más restrictivas. A su vez los inmigrantes pondrán cada vez más presión sobre los servicios sociales, que serán más escasos frente al aumento del gasto en defensa. La izquierda, temerosa de perder apoyo de sus bases por mayor competencia por menos servicios sociales, terminará aceptando estas medidas y se limitará a defender la integración de quienes ya lograron entrar.
- Países como Turquía, Qatar y Arabia Saudita buscarán capitalizar la influencia de estas comunidades. Hasta ahora, lo hacían sobre todo con inversiones en la economía de los países europeos. Hoy lo hacen también a través de medios como Al Jazeera y causas comunes como Palestina, que unifican a las comunidades musulmanas dentro de Europa. El reciente reconocimiento de Palestina como Estado por parte de la mayoría de los países europeos responde menos a una estrategia diplomática y más a la necesidad de satisfacer a un electorado en crecimiento.
- Los países europeos no perderán su identidad nacional. Las comunidades musulmanas, como ocurrió antes con los partidos verdes tras la Segunda Guerra Mundial, terminarán integrándose en la vida política a través de alianzas, principalmente con fuerzas de izquierda, y no como una fuerza hegemónica propia. Sus demandas serán canalizadas por las instituciones democráticas, mientras que los sectores extremistas serán aislados, deportados o tratados como delincuentes. Europa ya ha enfrentado oleadas de radicalismo en el pasado, como en los años 70 con los movimientos de izquierda y anarquistas, y logró contenerlos sin que su democracia colapsara.