Geopolítica Simplificada

44. Trump, Putin y el Premio Nobel de la Paz

Antecedentes:

En la infame reunión televisada, Trump le reclamó a Zelenski que estaba arriesgando el inicio de una tercera guerra mundial. Trump está convencido, como muchos presidentes estadounidenses en el pasado, de que él es el garante de la paz mundial; cree entender mejor que otros líderes lo que ocurre en el mundo. Se imagina logrando un gran acuerdo con Putin para garantizar la estabilidad global y, por qué no, autoproclamarse merecedor del Premio Nobel de la Paz.

Trump visualiza dos áreas estratégicas donde podría obtener concesiones de Putin: un nuevo acuerdo de reducción del arsenal nuclear de ambas potencias y una paz permanente en Medio Oriente. Está convencido de que Putin tiene suficiente influencia sobre Irán para frenar sus ambiciones nucleares y eliminar la amenaza existencial que representa para Israel.

Putin, por su parte, no desaprovechará la oportunidad de sacar ventaja de su buena relación con Trump. Se mostrará abierto a negociar un nuevo acuerdo de desarme nuclear e involucrarse en el proceso de paz en Medio Oriente. A cambio, le ofrecerá a Trump una paz precaria en Ucrania, ganando tiempo para rearmar sus ejércitos, reconstruir su economía y aprovechar cualquier fisura política en la renovada alianza europea, ahora sin una participación activa de Estados Unidos.

Mitos Comunes:

  • Estados Unidos y Rusia siempre han sido rivales y han mantenido una relación de desconfianza. Cuando terminó la Guerra Fría y la Unión Soviética se desmanteló, Rusia adoptó un capitalismo salvaje, acompañado de una corrupción endémica que destruyó su economía y las pocas instituciones soviéticas que aún funcionaban. Estados Unidos apoyó a los líderes de turno, primero a Yeltsin y luego a Putin, en la reconstrucción de sus industrias y en la creación de instituciones occidentales para integrar a Rusia en la economía global. Rusia se unió al G7, su economía se multiplicó por cinco y, a principios de los 2000, incluso se debatía su posible incorporación a la OTAN. Sin embargo, en 2008, Putin comenzó a revivir la visión imperialista de Rusia con la invasión de Georgia, seguida en 2014 por la anexión de Crimea. Los europeos confiaban en que la interdependencia económica —comprando gas barato de Rusia y vendiéndole productos de consumo— generaría los incentivos suficientes para que Putin respetara las reglas globales. Esa fe se desvaneció cuando Rusia invadió Ucrania.

Mis predicciones:

  • Trump y Putin negociarán una extensión limitada para la reducción de armas nucleares. El tratado vigente que limita la cantidad de armas nucleares de cada país, aunque Rusia lo haya suspendido por la guerra en Ucrania, vence en 2026. Putin no tendrá problemas en extender el mismo acuerdo —que restringe a cada país a 1,550 ojivas nucleares estratégicas—, pero de ninguna manera aceptará reducir ese número. Hay dos razones clave: por un lado, China continúa expandiendo su arsenal nuclear para lograr mayor paridad con Estados Unidos y Rusia; por otro, Europa reconsiderará su estrategia nuclear ante una posible falta de respaldo de Estados Unidos. Actualmente, solo Francia e Inglaterra poseen armas nucleares, pero su capacidad es insuficiente para hacerle frente a Rusia.
  • Putin no ofrecerá resultados concretos para alcanzar la paz en Medio Oriente. Rusia no tiene un interés estratégico en lograr una paz duradera en la región. El conflicto entre Israel e Irán genera tensiones entre Estados Unidos y sus aliados árabes, lo que le permite a Putin mantener influencia en la región. En el pasado, Putin fue clave en el acuerdo nuclear de 2015 entre Obama e Irán, pero hoy Trump no se conformaría con un acuerdo que solo retrase la producción de material nuclear (Israel nunca estuvo de acuerdo con esa estrategia). Trump buscará el desarme nuclear total de Irán, un objetivo que ni Putin ni Jamenei estarán dispuestos a aceptar.

Putin aprovechará al máximo los cuatro años de Trump. Putin ha logrado una victoria limitada en Ucrania, pero a costa de convertirse en un socio comercial no confiable para Europa. Como consecuencia, ahora depende en exceso de China. Históricamente, Rusia fue el socio dominante en su relación con China, pero hoy la situación se ha invertido. Así como Putin considera que la disolución de la Unión Soviética fue una tragedia histórica, también le resulta inconcebible que Rusia dependa de China. La “amistad sin límites” entre Putin y Xi tiene, en realidad, límites muy claros. Ambos países comparten la segunda frontera terrestre más larga del mundo y compiten por influir en los países de Asia Central. Kissinger supo explotar estas diferencias en los años 70, a pesar del alineamiento ideológico entre China y la URSS. Hoy, Trump y su equipo tienen la misma oportunidad de generar fricciones en esa relación, pero los beneficios estratégicos de hacerlo difícilmente sean merecedores de un Premio Nobel, y mucho menos, del de la Paz.

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