Antecedentes:
Actualmente, Israel controla alrededor del 53 % de Gaza, mientras que Hamas mantiene el 47 % restante. Ambos territorios están separados por la llamada “línea amarilla”, la frontera a la que Israel se replegó tras el cese al fuego. Según la resolución aprobada por la ONU la semana pasada, y aceptada por Israel, Hamas deberá deponer las armas para permitir el ingreso de una Fuerza Internacional de Estabilización, responsable de la seguridad en todo el territorio. A partir de ese momento, el plan de reconstrucción liderado por Egipto prevé la remoción de escombros y la construcción de unas 200.000 viviendas e infraestructura básica. La mano de obra sería local —la mayoría de los gazatíes permanece desempleada— y el financiamiento, estimado en 55.000 millones de dólares, provendría principalmente de los países del Golfo. Sin embargo, nada de esto ocurrirá mientras Hamas conserve el control de parte del territorio, ya que la entrada de materiales depende del cruce de Rafah con Egipto, bajo supervisión israelí.
En paralelo, oficiales y empresarios estadounidenses e israelíes impulsan un plan alternativo de reconstrucción en el sur de Gaza —la zona actualmente controlada por Israel—, basado en viviendas modulares, escuelas y hospitales. Si estos primeros proyectos resultan exitosos, podrían replicarse en otras áreas. La idea central es ofrecer a los gazatíes una alternativa tangible a vivir bajo el control de Hamas.
Mitos Comunes:
- Hamas renunciará a las armas. Aunque Hamas se comprometió a dejar las armas en el acuerdo de cese al fuego alcanzado en octubre, su poder último sigue residiendo en la coerción. Los líderes sobrevivientes desconfían de su propia capacidad política para mantenerse en un eventual gobierno tecnocrático, como el propuesto en la resolución de la ONU. Además, otras facciones en Gaza no dudarían en eliminar a Hamas si este perdiera su capacidad militar. Las ejecuciones públicas de presuntos colaboradores israelíes o de miembros de grupos rivales fueron una demostración de fuerza hacia la población: una señal de que el grupo aún conserva poder y no está dispuesto a abandonarlo. Para Hamas, entregar las armas equivale a asumir un riesgo existencial que no puede permitirse.
Mis Predicciones:
- El territorio de Gaza controlado por Hamas continuará en ruinas.
Solo ingresará ayuda humanitaria destinada a la subsistencia básica de la población, con complejos habitacionales temporales. Israel no permitirá el ingreso de materiales que puedan reutilizarse para reconstruir túneles o fabricar sistemas improvisados de lanzamiento de misiles. - La parte de Gaza administrada por Israel y Estados Unidos tendrá un éxito limitado. Solo una fracción de los gazatíes aceptará trasladarse a estos nuevos asentamientos bajo control israelí. No se les garantizará la libre circulación entre ambas zonas de Gaza y vivirán con el temor constante a futuras represalias por ser considerados colaboradores. Al mismo tiempo, los donantes árabes evitarán financiar estos proyectos para no ser percibidos como legitimadores de la partición del territorio.
- La fuerza internacional para garantizar la seguridad en Gaza se desplegará solo en el perímetro que hoy divide las dos zonas. Las fuerzas internacionales no se atreverán a operar dentro del territorio dominado por Hamas. Ni Indonesia, ni Egipto, ni Azerbaiyán arriesgarán la pérdida de soldados en enfrentamientos con milicias locales; sería políticamente insostenible en sus respectivos países. Por eso, su presencia probablemente se limite a la “línea amarilla”, con un rol más simbólico que operativo, útil para ofrecer a la comunidad internacional una sensación de estabilidad.
- El status quo de Gaza se mantendrá. Hamas seguirá controlando su zona y gestionando la ayuda internacional que ingrese. Israel permitirá únicamente el flujo de asistencia humanitaria mientras el grupo permanezca en el poder.
La atención global pronto se desplazará hacia otros conflictos con impacto humanitario más inmediato, mientras Israel y Arabia Saudita continuarán cooperando discretamente en materia de seguridad, a la espera del momento oportuno para anunciar una normalización formal. Lamentablemente, tras la guerra, el futuro de los gazatíes quedará relegado a un segundo plano.