Geopolítica Simplificada

77. La (Creciente) Polarización política en Estados Unidos (Publicado en Noviembre 2025)

Antecedentes:

Décadas de globalización económica han abierto una profunda grieta en la sociedad estadounidense. Por un lado, las ciudades costeras florecieron impulsadas por la tecnología, el multiculturalismo y la integración financiera y comercial con el resto del mundo. Por otro lado, el interior del país quedó relegado por la desindustrialización y el desempleo. Con el tiempo esta división económica se transformó en una fractura cultural y política. Mientras las dos costas adoptaron una visión más globalista, internacional y progresista, la América rural y continental se aferró a los valores conservadores americanos y a la idea de recuperar la base manufacturera doméstica. Los americanos del interior prefieren un país menos involucrado en los asuntos internacionales, privilegiando la preservación de la economía doméstica. Por muchos años se sintieron excluidos sin haber recibido los beneficios de la globalización que las elites de las ciudades tanto mencionaban. Trump supo capitalizar ese descontento, conquistando el voto de la América profunda y empujando al Partido Republicano hacia la derecha con el famoso slogan: “Make America Great Again”. Al mismo tiempo, los demócratas se consolidaron en los estados costeros más cosmopolitas donde la globalización impulsó el desarrollo económico, pero también permitió que los jóvenes educados puedan darse el lujo de tener posiciones más progresistas, acentuando la polarización ideológica.

Mitos Comunes:

  • La polarización política en una sociedad es producto exclusivo de la desigualdad económica. Aunque Suecia, Alemania y Francia presentan niveles relativamente bajos de desigualdad, los partidos de derecha populista siguen creciendo producto de otros factores como la inmigración. Lo mismo ocurre en Estados Unidos, donde el conflicto no se explica solo por la brecha de ingresos, sino también por una crisis de identidad cultural y pertenencia. Una parte importante de la población —en especial los jóvenes y las clases medias del interior— siente que los partidos tradicionales de centro no ofrecen esperanza ni propósito en un mundo que perciben cada vez más ajeno. La grieta no solo surge de la inequidad económica, sino también de la necesidad de redefinir el sentido de comunidad nacional frente a la globalización.

Mis Predicciones:

  • El Partido Republicano seguirá desplazándose hacia la derecha. Trump cooptó al partido con un mensaje más populista y nacionalista. “America First” significa, para sus bases, priorizar el bienestar de los estadounidenses por encima de la paz o el progreso global. La globalización solo tiene sentido si beneficia directamente a Estados Unidos. Más allá de si sus políticas logran o no generar mayor producción manufacturera, su mensaje continúa resonando en la América rural y continental. El trumpismo exalta el empleo doméstico, la industria nacional y considera buena parte de los programas sociales como una amenaza a la identidad cultural estadounidense.
  • Los demócratas no lograrán ganar elecciones nacionales con una plataforma de izquierda. El ala progresista del partido propone resolver los problemas económicos con más programas sociales. Sin embargo, incluso Biden —quien destinó más gasto público a los estados rurales y republicanos— no logró revertir la tendencia: en 2024, estos votantes apoyaron más al Partido Republicano que en 2020. Los sectores que quedaron excluidos de los beneficios de la globalización no buscan solo asistencia estatal, sino empleos dignos y recuperar el orgullo de ser estadounidenses. Las plataformas más de izquierda resultan efectivas en ciudades cosmopolitas, pero siguen siendo ineficaces para conquistar al electorado del interior del país.
  • La grieta económica y cultural impacta en el estilo y en las formas, pero no en las bases del liderazgo internacional de Estados Unidos. Los demócratas tienden a ser más internacionalistas: privilegian el diálogo diplomático y evitan recurrir a la amenaza militar como herramienta principal. Trump, en cambio, presiona a aliados y rivales por igual —a veces más a los primeros— y se muestra más errático y menos predecible. Su política exterior refleja los valores de “America First”: los beneficios del poder estadounidense deben cosecharse en el corto plazo. No hay lugar para el “soft power” ni para la construcción de influencia a través de la diplomacia, los lazos culturales o la ayuda internacional. El próximo presidente, ya sea demócrata o republicano, probablemente recupere un estilo más dialoguista y diplomático. Solo Trump puede ser Trump. Sin embargo, las nuevas bases del poder estadounidense ya están definidas: exigir a sus aliados una mayor contribución en defensa y seguridad, y dejar en claro a sus rivales que Estados Unidos no renunciará a su papel como superpotencia global.

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