Geopolítica Simplificada

59. El Futuro (incierto) de Irán

Antecedentes:

El ayatolá y la Guardia Revolucionaria perdieron la guerra contra Israel en apenas 12 días. Probablemente Israel habría continuado atacando infraestructura militar si no fuera porque Estados Unidos intervino, bombardeando lo que quedaba de las instalaciones nucleares subterráneas y luego imponiendo un cese al fuego. Como ya dijimos en columnas anteriores, uno de los pilares de la Revolución Islámica ha sido siempre demostrar la superioridad del sistema autocrático fundamentalista frente a Occidente, y especialmente frente a Israel. Por eso, la eliminación del Estado israelí ha sido, desde el inicio, uno de los objetivos centrales del régimen. Pero la Guardia Revolucionaria Islámica ha sido históricamente más eficaz en controlar a su propia población, reprimir cualquier oposición y armar a sus proxis, que en prepararse para una guerra directa contra Israel. Hoy, el régimen hace todo lo posible por conservar el poder y sostener algo de credibilidad ante una sociedad desencantada por su evidente incapacidad para defenderse de un enemigo al que consideraban inferior.

Mitos Comunes:

  • Emergerá un nuevo gobierno democrático en Irán apoyado por Occidente. Aunque la mayoría de la sociedad iraní ya estaba profundamente insatisfecha con el régimen incluso antes de la guerra, no existe una oposición organizada y coordinada capaz de enfrentarse al aparato represivo del Estado. Como todo régimen revolucionario que teme otra revolución, han construido un sistema de control interno implacable para evitar que eso ocurra. Además, las élites económicas —que en teoría podrían impulsar algún cambio— han sido beneficiadas por sus vínculos con el poder y por una economía sancionada internacionalmente que, lejos de castigar al régimen, ha generado oportunidades de negocio en la sombra.

Mis Predicciones:

  • No habrá una nueva revolución, pero los militares ganarán poder frente a la Guardia Revolucionaria. Las fuerzas armadas en Irán están divididas en dos grandes estructuras: la Guardia Revolucionaria y el ejército tradicional. La Guardia fue creada por el ayatolá para mantener bajo control al ejército y garantizar la lealtad absoluta al régimen islámico. Son 100% fieles al líder supremo y a los principios de la revolución. El ejército tradicional, en cambio, tiene raíces más antiguas, anteriores a 1979. Es una fuerza más nacionalista que religiosa, con estructuras e identidades que no dependen del régimen. Durante la guerra reciente, la planificación defensiva, el programa nuclear y el sistema antiaéreo estaban en manos de la Guardia Revolucionaria —y fue esta la que sufrió las mayores pérdidas ante Israel. Hoy, el vacío de poder dejado por la Guardia está siendo ocupado por el ejército tradicional. El ayatolá, debilitado, necesita apoyarse en ellos para mantener el control. Además, a diferencia de la Guardia, el ejército conserva algo de legitimidad ante la población, al no haber estado al frente del desastre militar reciente.
  • El ayatolá tendrá menos poder. Formalmente, el ayatolá posee autoridad absoluta sobre las decisiones políticas y militares del país. En la práctica, ese poder se ha sostenido distribuyendo beneficios políticos y económicos entre las élites y las distintas burocracias. La Guardia Revolucionaria era quien auditaba que todos los centros de poder —militares, empresarios, académicos o científicos— respondieran fielmente al líder supremo. El fracaso de la estrategia de la Guardia en disuadir a Israel, con el uso de proxis, desencadenó un nuevo reordenamiento interno. Aunque el ayatolá mantenga su rol simbólico y espiritual, con sus 86 años y su base de poder debilitada, su autoridad real continuará erosionándose.
  • El abandono de China y Rusia. Durante la guerra, sus principales aliados brillaron por su ausencia. Es cierto que, en la práctica, era poco probable que Rusia pudiera enviar armamento mientras libra su propia guerra, y que China aún no cuenta con capacidades militares para proyectar poder fuera del Pacífico Sur. Pero tampoco ejercieron presión diplomática efectiva para frenar a Israel. Putin pareció más interesado en los precios elevados del petróleo que trajo el conflicto. Y Xi Jinping solo se enfocó en que Irán no cerrara el estrecho de Ormuz, crucial para el flujo de energía que China necesita.

El régimen cambiará su postura frente a Israel. Si los militares tradicionales siguen ganando terreno, Irán comenzará a moderar su retórica sobre Israel. Saben que reactivar el programa nuclear sería económicamente inviable —y políticamente impopular tras la guerra—, y que Estados Unidos e Israel no dudarían en lanzar un nuevo ataque preventivo si Irán se acerca a desarrollar una bomba. La retórica fundamentalista irá cediendo paso a un discurso más nacionalista, donde Israel deje de ser el eje existencial del régimen. Podrían seguir el ejemplo de Egipto tras su derrota en la guerra de Yom Kipur, que cambió de estrategia y firmó la paz. Más aún si se alcanza algún tipo de acuerdo con Estados Unidos sobre el desarme nuclear. Después de todo, Irán tiene una cultura milenaria, rica y sofisticada. No necesita definirse por su odio a Israel. Supieron ser un imperio poderoso no solo por su fuerza militar, sino por su pensamiento, arte y ciencia. Ese es el Irán que sus vecinos estarían dispuestos a aceptar.

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