Antecedentes:
Israel ganó la guerra contra Irán, con Estados Unidos sellando la victoria mediante el bombardeo a las instalaciones nucleares. Irán basó su estrategia —apoyándose militarmente en sus proxies— en dos grandes errores de cálculo: 1) Subestimó la capacidad de Israel para lanzar un ataque preventivo, aun sabiendo que implicaría costos sobre su población civil; 2) Sobreestimó la capacidad de Estados Unidos para contener a Israel. Pero, por sobre todo, cometió el error estratégico de permitir el año pasado que la Fuerza Aérea israelí perforara con facilidad las defensas antiaéreas iraníes. Ese éxito operativo convenció a los generales israelíes de que el plan, que venían preparando desde hacía años, podía ejecutarse con eficacia.
Israel llevó entonces a cabo una de las operaciones militares más efectivas de la historia moderna, combinando inteligencia en suelo enemigo con un ataque aéreo preventivo. En pocos días logró la superioridad aérea sobre un territorio comparable, en extensión, a la suma de España, Francia y Alemania. Irán no podrá reconstruir las instalaciones, ni recuperar los científicos para reanudar la producción nuclear. Cualquier nuevo intento sería neutralizado por Israel o Estados Unidos.
Mitos Comunes:
- Estados Unidos e Israel buscarán un cambio de régimen. No es necesario. Israel ya podría haber matado al ayatolá hace semanas. Eso solo crearía un mártir sin sentido. El régimen ha quedado debilitado y dependerá de los propios iraníes si logran organizarse para derrocar al gobierno fundamentalista. Las revoluciones rara vez ocurren durante la guerra; suceden después, cuando afloran el fracaso y la frustración. Algunos ejemplos son la Revolución Rusa de 1917, luego de perder contra Japón en 1905; o más recientemente, el colapso del régimen militar argentino en 1983, tras la derrota en la guerra de Malvinas en 1982. El régimen iraní acaba de perder uno de los pilares que justificaban su existencia: la supremacía fundamentalista sobre Occidente, y en especial, contra su enemigo sionista. Su narrativa revolucionaria se va quedando sin contenido, mientras la crisis económica persiste. El cambio de régimen podría estar cerca. Y un nuevo gobierno —probablemente militar— difícilmente repita el error del anterior: convertir a Israel en un enemigo existencial.
 
Mis Predicciones:
- Israel ganó la guerra; ahora debe ganar la paz. La normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudita está ahora más cerca. Con un Irán debilitado y una Rusia ausente en Medio Oriente, el príncipe Bin Salman buscará profundizar su vínculo con Israel para consolidar el crecimiento económico saudí y reforzar su alianza militar con Estados Unidos. En Medio Oriente se hace la paz con los fuertes, no con los débiles. Así ocurrió entre Egipto, Jordania e Israel después de la Guerra de Ion Kipur. Que Israel haya derrotado militarmente, de forma tan aplastante, a Hamas, Hezbolá y luego a Irán, es una señal poderosa: Bin Salman ya no buscará competir con Israel, sino cooperar.
 - Israel y Turquía: dos superpotencias regionales. Con un Irán debilitado, Israel y Turquía serán las potencias militares dominantes en Medio Oriente en las próximas décadas, compitiendo por influencia en el Líbano, Siria e Irak. Turquía siempre tendrá la presión migratoria: cualquier conflicto interno en esos países puede derivar en olas de refugiados, como ocurrió con los afganos y los sirios. Mientras que Israel no dudará en promover luchas entre facciones en estos países si florecen movimientos fundamentalistas, estrategia que chocará directamente con los intereses de Turquía. A pesar del tono islamista-nacionalista de Erogan, no habrá conflicto armado directo entre Israel y Turquía. Su prioridad seguirá siendo permanecer en la OTAN y posicionarse como mediador entre Europa y Rusia.
 - Estados Unidos recuperó parte de su poder de disuasión frente a Rusia y China. Con un ataque limitado, pero altamente efectivo, Trump aprovechó la oportunidad para demostrar a sus dos principales rivales que no solo está dispuesto a involucrarse indirectamente —brindando armas, tecnología e inteligencia—, sino también directamente cuando un aliado estratégico está amenazado. El mensaje no es solo para los adversarios, sino también para los aliados. A pesar de su retórica transaccional en todos los frentes —del comercio a la defensa—, la intervención estadounidense es una señal clara para sus aliados en Europa y Asia. Putin y Xi ya no especularán sobre lo que haría Estados Unidos si se invade un país escandinavo o Taiwán.
 - La intervención americana fue una señal clara para contener la proliferación nuclear. Antes del ataque a las instalaciones nucleares, Israel libraba una guerra existencial. Irán no podía estar cerca de tener la bomba. La entrada de Estados Unidos en el conflicto envió una señal clara a otros países con ambiciones nucleares: las potencias —incluidas Rusia y China— no quieren que el club nuclear se expanda. La disuasión nuclear sigue siendo la mejor herramienta para evitar un ataque total que ponga en riesgo la existencia de un régimen o un Estado. El fracaso en evitar que Corea del Norte tenga la bomba en los 90s es la lección que todos aprendieron.