Antecedentes:
Muchos analistas internacionales anticipan cambios significativos en la estrategia global de Estados Unidos. Trump negocia directamente con Rusia la paz en Ucrania, sin Zelenski ni Europa en la mesa de negociación. Los europeos se despiertan un día escuchando a JD Vince, el vicepresidente estadounidense, recordándoles que la mayor amenaza para la democracia europea no es Rusia, sino sus propias instituciones políticas. Trump adopta una postura más dura con sus vecinos, México y Canadá, que con China. Mientras tanto, Musk anuncia la disolución de USAID, la agencia gubernamental estadounidense que financia programas humanitarios en todo el mundo.
El mundo está convulsionado. Los líderes globales no saben cuáles de los anuncios de Trump representan un cambio estratégico a largo plazo y cuáles son simples golpes de efecto para provocar nuevas conductas en aliados y rivales.
Para comprender mejor el impacto de estos cambios, es necesario distinguir la naturaleza del poderío estadounidense. Por un lado, Estados Unidos posee el ejército más poderoso del mundo, con bases militares en 80 países y un sistema de alianzas que le permite proyectar su poder en todos los continentes. A esto se suma la influencia del dólar, la moneda de reserva internacional, respaldada por una economía que representa el 25 % del PIB global durante los últimos 50 años. Estos atributos, conocidos como “Hard Power” o Poder Duro, son cuantificables y medibles. Por lo tanto, resultan más fáciles de proyectar y utilizar como herramientas de disuasión y control.
Sin embargo, también existe el “Soft Power” o Poder Blando, que incluye la cultura, los valores y la reputación de un país. Este tipo de poder se construye a través de generaciones y se manifiesta de múltiples formas: desde el consumo global de películas estadounidenses en plataformas como Netflix hasta programas de vacunación financiados por el gobierno estadounidense. A diferencia del poder duro, el poder blando es más difícil de medir, pero también más complejo de destruir.
Mitos comunes:
- El poder blando es un desperdicio de recursos. Muchos en Estados Unidos celebran cómo Trump y Musk desmantelan la USAID, considerándola una fuente de despilfarro de recursos. Sin embargo, aunque una parte significativa de estos programas estaba expuesta a la corrupción de las agencias receptoras, otra gran parte financiaba proyectos esenciales, como la vacunación contra la polio o la ayuda alimentaria en zonas de conflicto en África. Estos programas no solo benefician a esas poblaciones específicas, sino que también contribuyen, por ejemplo, a prevenir una nueva pandemia global. Pero, sobre todo, refuerzan la idea de que Estados Unidos representa un sistema de valores universales, consolidando la marca estadounidense. En muchos aspectos, el poder blando es más efectivo que el poder duro. Un ejemplo claro es la influencia cultural de plataformas como Netflix y la industria de Hollywood. Los héroes son americanos y los valores predominantes son occidentales y liberales.
 
Mis predicciones:
- El poder duro vuelve a ser relevante. Desde el fin de la Guerra Fría, nunca había importado tanto cuántos aviones, misiles y soldados tienen las grandes potencias. Trump expuso públicamente la importancia de que Europa invierta más en defensa. Sin embargo, fueron Putin y Xi Jinping quienes iniciaron la nueva carrera por acumular poder duro para alcanzar sus objetivos estratégicos. Putin optó por destinar las ganancias económicas provenientes de la explotación de sus vastos recursos energéticos a reconstruir la maquinaria militar soviética, en lugar de mejorar los estándares de vida de su población. Por su parte, Xi Jinping decidió abandonar el camino trazado por sus predecesores, quienes abogaban por la emergencia pacífica de China como potencia global, para adoptar una postura más asertiva en sus reclamaciones territoriales en el Pacífico.
 
- El poder blando americano importa más en el largo plazo. A diferencia de China y Rusia, Estados Unidos posee una mayor influencia global a través de su poder blando. Millones de personas aspiran a emigrar a Estados Unidos, algo que no ocurre con China y Rusia. Aunque Canadá y México puedan sentirse decepcionados con Trump debido a su retórica comercial e inmigratoria, prefieren mantener su proximidad a Estados Unidos. Del mismo modo, los líderes europeos, a pesar de sentirse ofendidos por Trump, no contemplan desmantelar la OTAN ni buscar acuerdos de seguridad con China. Si bien Trump prioriza el poder duro, y dilapida el poder blando, muchos de estos atributos blandos perduran durante generaciones, más allá de los gobiernos de turno. Los aliados de Estados Unidos deben tener paciencia, hablar el mismo idioma de Trump, e incrementar su inversión en defensa para adaptarse a un nuevo mundo donde vuelve a prevalecer el Poder Duro.